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Francis Kéré y su arquitectura, Pritzker 2022 / Lo que hacía falta

Rogelio Ruiz hace un repaso de la trayectoria de Diébédo Francis Kéré, arquitecto, educador y activista social, Premio Pritzker de Arquitectura 2022.

 

Todas las vanguardias basculan entre dos principios que pueden parecer el mismo pero que no lo son. Uno lo resumiría la expresión: “¡lo que faltaba!”, que muestra la sorpresa, la reacción afectada de la realidad artística establecida por la novedad, que llega siempre y pone en peligro su status. Y así el vanguardista se convierte en un nuevo escalón en la lista, es “La libertad guiando al pueblo”, es el que lleva la batuta del futuro. Esta citada es la lectura habitual.

Sin embargo, creo de otro modo, que en cada época existen por todo el mundo artistas que son fieles a una determinada actitud y que la sociedad es la que escoge, en cada momento, “lo que hace falta” y desestima al resto. Juan de Herrera hizo el Escorial porque Felipe II tenía que canalizar el oro que venía de las Américas.

Los modernistas hacían falta para gastar, para dar un sentido, a los beneficios de la Revolución Industrial y el racionalismo y funcionalismo arquitectónico no fructificaron por su pureza y mensaje limpio y claro, sino por la necesidad de reconstruir de manera económica y rápida un continente destrozado tras las guerras. Ahora queremos a Kéré.

Diébédo Francis Kéré lleva en su nombre sus dos realidades: en Diébédo la de Burkina Faso, donde nació hace poco más de cincuenta años, y el más universal Francis que nos vincula con su vida global. Se formó como arquitecto en Berlín, donde radica su estudio, y ha ganado ya prestigiosos premios de arquitectura como el Agha Khan, que se concede a obras en el ámbito islámico, por su escuela en Gando (foto 1).

Es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y ha recibido también numerosos galardones relacionados especialmente con la sostenibilidad. Es pieza fundamental de muchos foros, convenciones, Bienal de Venecia… Y no se extrañen si recibe honores aún mayores…

Este año, como guinda, ha sido el escogido para realizar el prestigioso pabellón Serpentine en el Hyde Park de Londres que anualmente se encarga a un arquitecto extranjero de reconocido prestigio que nunca haya construido en el Reino Unido.

El pabellón creado quiere recordar los árboles comunales que sirven como un punto de encuentro para el debate en su país de origen, rodeado de un cierre azul que también relaciona con el color de vestimentas de días especiales en su comunidad africana. En Burkina Faso no hay electricidad y, por tanto la luz en la noche para él genera una verdadera atracción y por eso ilumina el pabellón londinense, según afirma, como llamada para la gente.

Su trabajo africano disfruta de una luz ecuatorial, que los demás soñamos, pero la utiliza con mesura, compensando en la sombra, valorándola como al agua.

Su obra es muy atractiva porque siempre tiene un mensaje arquitectónico claro, conseguido  en base a la reducción de materiales, y por esa elevación de los métodos constructivos locales en su discurso formal. Es, de algún modo, permítanme la extrapolación exagerada, como cuando Nino Rota sublimaba las canciones populares italianas para componer las melodías de las bandas sonoras de Fellini.

El material cerámico muchas veces, tierra y fuego, o directamente bloques de arcilla, se utiliza metódico, a veces como un orden o repetición, otras como encofrado perdido para crear lucernarios redondos como soles, de distintos tamaños, como seres que crecen. Esta situación es la que se produce en la biblioteca de la Escuela de Gando (fotos 2 y 3).

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Hace tiempo, en Pamplona, Andres Lepik, el teórico alemán, nos hablaba de lo que él llama “AFRITECTURE”. En esta corriente un buen diseño requiere además de soluciones sociales y sostenibles. Comentaba, también, lo que llamaba puntos de la caridad arquitectónica: 1- buscar lugares con necesidades, 2- escuchar a la comunidad, 3- estudiar las condiciones locales, 4- involucrar a los futuros usuarios, 5- seguir en contacto después.

A Kéré no le hace falta buscar lugares con necesidades, ni escuchar a la comunidad, ni estudiar las condiciones locales porque nació en ellas y son parte inalianable de su ser. Lo que sí es muy importante para él es el proceso constructivo. El mismo Kéré parece asombrado por lo que ha conseguido en su comunidad de Gando, de donde él fue el primero en salir para estudiar. La construcción se ha logrado con la participación de los propios habitantes del pueblo donde, como él dice, todos tienen que poner brazo con brazo para seguir adelante.

Ahora unas doscientas personas están implicadas en estos procesos constructivos y trabajan en sus edificios en la zona. Doscientas personas por tanto que están orgullosas de formar parte de su entorno construido. “La gente es la base de cada trabajo”. (Kéré) People are the basis of every piece of work.

Aunque la mano de obra que vemos en las fotos no disfruta de la seguridad que aquí exigimos, y vemos hombres ligeros subidos por la cerchas livianas también dónde la vida, que lo es todo, no vale nada. No nos sorprende, hemos visto imágenes de obras de Peter Rich, el sudafricano, en las que sus bóvedas cerámicas se construyen con situaciones de seguridad similares.

Bóvedas cerámicas por cierto como las que estudian en la Universidad de Valencia Fernando Vegas y Camila MIleto (tras profundizar en las de Rafael Guastavino), o como las que luego Foster propuso para su miniaeropuerto de drones en Ruanda. Bóvedas cerámicas también como las de Anupama Kundoo en India.

También como las suyas de los edificios de profesores en Gando, o la protección de las ruinas Meroe en Sudán (foto 4), que Kéré propuso en 2015 con las que ganó dicho concurso, aunque a nosotros estas nos recuerdan más a Eladio Dieste (o al mismísimo Aalto formalmente). Al final parece que el mundo en vías de desarrollo se da la mano en todos los sitios a través de las formas más cercanas al hombre.

Pero las cubiertas de Kéré son otras veces chapas metálicas. Como las que cubren chabolas de arrabales, de aluviones de gente, de inmigrantes, migrantes, presos sumisos, de hambre, de aquellos que nos contó Kapuscinski, que vemos en telediarios, aquellos que no conocemos sino por fotos en blanco y negro. Pero sus chapas digo, pierden el tinte de miseria para convertirse en un plano abstracto ligero que recoge el calor abrasante y deja por su inferior que pase el aire.

También girando módulos crea poblados en vez de grandes edificios, con una escala amable en el lugar, para que siga funcionando el mayor tesoro del poblado: la solidaridad, no el imponerse sobre el otro. (“Pequeña escala, gran cambio”. Small Scale, Big Change, que diría el teórico Lepik que fue de los primeros en ensalzarle.)

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Peter Rich, Leon el africano como se llama a sí mismo en broma, citaba a la matriarca Ndebele que decía que “Vemos lo que queremos ver y lo hacemos nuestro” (We see what we want to see, and we make it our own). Soy crítico conmigo mismo al valorar a Kéré, tengo mis dudas sobre este “Yo” mío europeo bien alimentado… Quiero decir, ¿es lo de siempre?

Vamos, que lo premiamos y apreciamos porque vemos en su arquitectura la nuestra escrita de otro modo, y por tanto nos valoramos a nosotros mismos en él, ¿nos apropiamos de él o es qué en realidad vamos a apostar ya de una vez por todas por esta tierra africana para que salga de su estacada? Y otra vez egoístas para que dejen de venir, para que dejen de morir… En realidad muchas de sus obras son escuelas, guarderías, clínicas… (fotos 5 y 6). Esto ya supone una esperanza.

Pero Kéré es sobre todo “lo que nos hace falta”, queremos a Kéré porque condensa lo que esta sociedad, la nuestra, necesita ahora para dar su mensaje: por la urgencia imperiosa de frugalidad, porque se pueda componer con recursos limitados, por poder mirar a la propia tierra con los ojos del mundo (que no es lo mismo que encerrarse egoístamente en ella) y porque sólo la arquitectura sostenible garantiza un futuro asumible. Ese es su mensaje, su regalo importante y debe de ser, sin retorno ya, el nuestro. Y por este motivo ha sido reconocido con el Premio Pritzker 2022 de Arquitectura.

Bibliografía

  • KÉRÉ, FRANCIS, Radically Simple. Por Andres Lepik y Ayca Beygo, ed. Hatje Cantz, Berlin 2016.
  • KÉRÉ, FRANCIS, Serpentine Pavillion, por David Adjae et all. Ed Verlag der Buchhandlung Walther Konig, Colonia 2017.
  • LEPIK, ANDRES, Small Scale, Big Change.New Architectures of Social Engagement. Ed Birkhäuser-Verlag, Zurich 2010.
  • LEPIK, ANDRES, Cfr en ARQUITECTURA NECESARIA, Fundación Arquitectura y Sociedad Pamplona 2014.
  • RICH, PETER, Cfr, en ARQUITECTURA NECESARIA, Fundación Arquitectura y Sociedad Pamplona 2014.
Artículo Reflexiones sobre Arquitectura publicado originalmente en conarquitectura 65, número dedicado a escala e interiorismo. Consigue este o cualquier número de la revista en la  tienda online.
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