El reto de acometer la reforma y ampliación de este colegio nos produjo una primera actitud de respecto al espíritu y a su atmósfera original que no queríamos en principio trastocar. La segunda reflexión venía dada ante las diferentes actitudes arquitectónicas que se han sucedido a lo largo del tiempo en los diferentes edificios construidos, pues queríamos por el contrario, actuar de otra manera, quizás más intuitiva, que los enlazara y unificara, creando conjunto. Para ello y desde una posición apasionada por el proyecto a realizar debíamos actuar con humildad y vestir a los nuevos volúmenes de una piel que dialogara con los actuales, buscando la excelencia del conjunto, y no la de alguna de sus partes. El ladrillo fue esa piel buscada que amarra todas las actuaciones con un aparejo muy especial a 45° ya utilizado en alguno de sus edificios más antiguos…