En esta obra de Andrés Diego Llaca, uno de los arquitectos interesantes en Asturias, el ladrillo hueco, que habitualmente se utiliza en tabiquería interior, se hace cargo también de responsabilidades estructurales; nada se lo impide, ya que con los espesores adecuados, la resistencia a compresión es bastante apreciable…
Según nos contaba el arquitecto, se utilizaron ciertos criterios:
«Para dar forma a este edificio se aplicó una regla que se mantuvo hasta las últimas consecuencias. Esta es tal que si diéramos la vuelta al edificio (poniéndolo patas arriba) este aparecería inalterado, idéntico al de su posición primitiva. No parece afortunadamente probable que se den las circunstancias en las que esta cualidad resultase útil, pero su acatamiento ha facilitado el trabajo de composición del volumen y de sus alzados, tanto los exteriores como los interiores.
La solución constructiva, que es parte integrante en la concepción de cualquier edificio, aparece aquí en la propia génesis del proyecto, incorporando dos requisitos que debían prevalecer sobre los demás: el económico (se disponía de un presupuesto muy bajo) y el de posibilitar la ejecución con mano de obra poco especializada. La cimentación se ha resuelto con una losa. El hormigón, procedente de central, incorporaba ya viruta de acero y no precisó armado en obra. Se vertió directamente sobre un cajeado en el terreno, revestido de una lámina de polietileno, por lo que tampoco precisó encofrado.
Las paredes de ladrillo son, al tiempo que la estructura del edificio, parte sustancial del cerramiento exterior y constituyen, sin más, el acabado de los paramentos interiores.»
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