En 1992 un promotor de Reus, audaz y de notable inteligencia, pero escasos medios propios, nos encargó el anteproyecto de un conjunto residencial de 800 viviendas en su ciudad. El solar no era suyo, pero disponía de cierta información clave para conseguirlo, confiando además explícitamente en la propia propuesta arquitectónica que esperaba de nosotros, para obtener los avales financieros y políticos para alcanzar el objetivo final: realizar no solo su obra maestra como promotor sino aquella que demostrara de nuevo el ya tópico espíritu de empresa reusense, especialmente motivado por la concurrencia frente la capital provincial, Tarragona. Aunque toda la operación era un verdadero castillo de naipes, la filigrana jurídico financiera y promocional era una verdadera obra de arte. Estábamos ante un mago, económicamente desvalido, pero capaz de implicar a instituciones financieras y grandes constructoras a los que invitaba a participar. No podíamos desdeñar el encargo, en parte a riesgo…