Un promotor privado de la periferia de Madrid, un polígono en expansión típico de los años dorados y un proyecto readaptado para soportar la crisis, constituyen el germen de esta obra.
La nueva condición de proyecto obliga a una feroz deshidratación de la primera propuesta cuyo espacio arquitectónico más representativo, el núcleo de comunicaciones, materializado por un espacio único vertical que atraviesa toda la planta, vertebra escalera, mesetas, terrazas-patio comunes, balconadas y puentes de conexión entre viviendas. Tras el ajuste, este espacio se aquilató sin perder su condición fundamental de elemento vertebrador y conector de relaciones visuales y sociales. El espacio, que invade todo el edificio de color y luz, a través de unas visuales diagonales que desembocan en terrazas-patio comunitarias por donde se ve el cielo y el jardín, es posible gracias a la no sectorización de la escalera…